domingo, 20 de mayo de 2018

Querida Yo:

Le conocí en parvularios. No recuerdo el momento exacto, pero tampoco recuerdo un tiempo en el que no haya pensado en él, en el que no lo haya tenido en mi mente.

En el colegio fuimos a la misma clase. Con 10 años, si me hablaba me ponía roja y tartamudeaba. Con 12 años le confesé a mi mejor amiga que él me gustaba. Empezaba a entender de qué iba todo eso de los chicos y las chicas.

El primer año de instituto iba a la clase del fondo del pasillo. Solo lo veía esporádicamente. Eso me permitió relajarme y únicamente me ponía nerviosa cuanto tenía que atravesar el pasillo para ir al baño, por si lo veía. En los cursos siguientes volvió a estar en mi clase.

Fue mala suerte. Apenas cruzamos media docena de palabras en todos esos años y eso que alguna vez nos tocó compartir pupitre. Yo era tímida, empollona, no muy agraciada, y con problemas para relacionarme con la gente. Él era guapísimo, todas la chicas iba detrás suyo, sacaba buenas notas, salía de fiesta, tenía novia, novias, era simpático, el alma de las fiestas. Ni siquiera me recuerda de aquella época.

En la universidad le perdí al pista. Suspiré aliviada cuando no lo vi en la lista de mi carrera. Me había librado de él. Podía ser normal. Durante mucho tiempo pensé que me había traumatizado, que mi falta de interés por otros chicos se debía a que seguía enamorada de él, de mi idea de él. Más tarde me di cuenta de que no, que mi problema con los chicos es algo de mi personalidad, es un problema con la gente en general, con socializar y con mi carácter.

Unos años más tarde me encontré con unas compañeras del instituto que me dijeron que estudiaba Físicas. Uf, por qué poco me había librado. Físicas era una de las carreras de mi lista.

Hace unos quince años una compañera de trabajo se casó y nos invitó a varios a su boda. Antes de entrar en la iglesia me fijé en un chico, me sonaba su cara, de algo, pero no sabía de qué. Según iba transcurriendo la ceremonia yo no dejaba de mirar unos cuanto bancos por delante de mí a ese chico. ¿Era él? Se le parecía. Pero no podía ser. Demasiada casualidad. Me pasé todo el banquete y los bailes mirándolo de reojo, cada vez más convencida de que sí, que era él.

A la noche, cuando fuimos a los bares a continuar la fiesta, y con algo de alcohol en el cuerpo, le pregunté a mi compañera. Sí, era él, eran compañeros de la universidad, y amigos desde entonces, uno de los mejores amigos del novio. Fue a buscarlo, me lo trajo y sí , claro, se acordaba de mí del colegio. Bebimos, hablamos, mis compañeros se fueron y yo me quedé con él y sus amigos. Al final de la noche estábamos en una discoteca y bailamos juntos, abrazados. Una locura. Yo estaba en el cielo, no era consciente de lo que implicaba volver a verlo.

Unos meses más tarde, en verano (la boda fue en diciembre), recibí un sms al móvil. Era él, le había pedido mi teléfono a mi compañera. Había venido para celebrar unas fiestas y andaba por la zona. Quedamos para charlar. Fue extraño. Era de noche, hacía calor. Yo llevaba todo el día encerrada en casa así que quedamos en la calle. Allí estábamos, a las 12 de la noche en un banco de la calle hablando de su vida, de su familia, de su mujer (estaba casado), de compañeros de clase.

Volvimos a intercambiar algún mensaje algún tiempo después y luego nada.

Mala suerte, volví a pensar. Yo ya tenía mi vida hecha, ya lo había superado, y resulta que lo volvía a tener delante. Me comí el coco unas cuantas veces. Pero como dejó de escribirme, acabé por estabilizarme otra vez. Pasaron los años y dejé de pensar en él. Yo también cambié. Maduré, perdí mis inhibiciones y vergüenzas, dejé de acomplejarme a empezé a aceptarme como soy.

Hace unos cuatro años recibí un wassup (las tecnologías avanzan). Volvía a estar por la zona y si me apetecía una visita. Esta vez subió a mi casa, nos sentamos en el sofá, nos tomamos unas cocacolas y volvimos a charlar de esto y lo otro. Fue raro, hubo algunos momentos de silencio incómodo de los cuales yo no sabía qué pensar. Nos despedimos. Pero mi cabeza volvía a estar revuelta, llena de teorías, de porque se había acordado de mí, de qué pretendía viniendo a mi casa, de si en realidad quería algo y si yo lo había puesto en bandeja, entonces por qué no había hecho nada.

Esa nochevieja me lo encontré todo borracho. Me abrazó y me achuchó y me confesó, después de decirme que me iba a decir una cosa que me iba a escandalizar, que aquel día en mi casa se habría lanzado a por mí. Que en aquel primer baile en aquella discoteca hacia tanto tiempo, también se había quedado con las ganas. Yo me reía, le decía que luego no se iba a acordar de nada. Le dije que me diera un toque, que había perdido su teléfono. "Si te doy un toque ya vas a saber para qué es".

Me lo encontré al verano siguiente por la calle, iba solo con sus niños. Actuó como si no hubiera pasado nada.

Han pasado varios años. Pensé mucho en aquellas veces. Cada vez que había conseguido olvidarme de él y continuar mi vida, había pasado algo. ¿Había algo importante en aquello? ¿De verdad había pensado en mí? ¿Era alguien especial o solo una chica más a la que vacilarle cuando estaba borracho?
Estaba contenta de haber perdido su teléfono. Ya no habría más tentaciones. Él parecía haberse olvidado.

A finales de este diciembre recibí un wassup. Era él. Estaba creando un grupo de compañeros del colegio y a ver si me apetecía unirme. Las mariposas volvieron a mi estómago y el torbellino de ideas a mi cabeza. ¡Con lo bien que estaba yo!

Me uní al grupo. Llegó la noche vieja y me preguntó a ver si tenía planes. Ninguno. Estuve tanteando a mis amigos de las aplicaciones, pero no había manera. Con esos chicos, si no es para follar no hay nada que hacer. Me comentó que iban a quedar él y otros dos amigos también excompañeros de clase, que si me apetecía unirme. Luego extendió la invitación a todo el grupo de wassup, pero  nadie más se animó. Para allá que fui. Me presentó a los otros dos chicos, (yo no me acordaba de ellos) y charlamos, bebimos y bailamos toda la noche. Nos contó que se acababa de separar, que era algo que se veía venir. Que ahora empezaba una nueva etapa de su vida y que iba a divertirse todo lo que pudiera. La verdad es que esa noche me cuidó, ya que yo no conocía a nadie y me había invitado él.

Me acompañó toda la noche y al final me acompañó al metro, empeñado en acompañarme a casa también. Cuando nos despedimos en la entrada del metro hubo un momento raro. Estábamos borrachos, y con todo lo que me había estado contando dando vueltas en mi cabeza, le miré y se lo puse muy fácil. Pero solo me sonrió, me abrazó, me besó en la mejilla y se despidió.

¿Qué había pasado? Estaba muy extrañada, ese comportamiento no cuadraba con lo que me había dicho otras veces. Estaba un poco mosqueada. Mientras iba ya en el metro me mandó un mensaje para que le avisara cuando llegara a casa. Empezamos a intercambiar mensajes en broma y algunos acabaron siendo algo subidos de tono. Al final acabé llegando con una sonrisa a casa.

Al día siguiente le comenté para quedar, tomar un café y charlar tranquilamente. No podía, tenia que coger que coche para ir de viaje y prefería descansar y dormir un poco. Ese rato de conversación fue extraño. Traté de retomar lo de la noche anterior, pero me dio a entender que todo fue idea mía, que no lo iba a tener en cuenta, que un calentón lo tiene cualquiera. Cogí un cabreo de tres pares, daba a entender que yo había sido una salida y que él había actuado como un caballero conteniéndome y soportándome. Me sentó muy mal, la verdad. Si realmente no había tenido interés en mí podía haber parado y no seguir el juego, si había estado demasiado bebido, podía haberlo admitido, que se le había ido de las manos y que no pasaba nada. sin embargo la conclusión era que yo había bebido mucho y que me tiré a su cuello sin mediar ninguna provocación por su parte. Es ahora cuando empiezo a entender, pero en ese momento estaba bastante enfadada. Borré las conversaciones, y me dije que tenía que pasar de todo.

Pero una es débil. En marzo fui un fin de semana a Madrid. Por facebook vi que él también estaba, así que le mandé un mensaje. Charlamos un rato y me dijo que había quedado a cenar, pero que igual nos veíamos después. Le dije que me avisara, pero que no prometía nada, si era muy tarde igual me iba a dormir. Efectivamente, me dieron la una de la noche y nada. Apagué el móvil. A la mañana veo su mensaje, me lo había mandado, pero mas de la una. Le dije que mala suerte, que otra vez sería, me contestó que otra vez le avisara con más tiempo. Y quedamos así. No pasó nada. Ahora tengo la duda de si cuando me mandó el mensaje estaba o no bebido. ¿Si no estaba bebido, qué pretendía hacer conmigo a la una de la mañana?

En abril tuvimos la cena de los compañeros del colegio. Yo solo lo conocía a él, a los dos de nochevieja y a unos pocos más, pero no mucho. Lo pasamos muy bien, recordando cosas de hacía 30 años. Estuve sentada a su lado, pero todo fue normal y cordial. No había pasado nada. Nos tomamos copas, bailamos todos con todos y nos fuimos ya de mañana a casa.

Esta vez todo había sido normal. Bien, iba camino de superarlo. Volvía a mi estado normal de mirarlo en la distancia. Eso ya tengo asumido que no se me va a pasar nunca. Pero por lo menos había superado toda nuestra historia particular. Era uno mas de grupo y ya está,

Ayer volvimos a hacer otra cena. La primera fue muy bien y como había faltado gente, lo volvimos a repetir. En este caso ni siguiera nos sentamos juntos, uno en cada esquina. Casi ni coincidimos cuanto estábamos en grupo, y cuando coincidimos, nos comportamos como el resto de la gente. Bien, lo estaba consiguiendo. Todo había vuelto a la normalidad.

Estábamos en un bar y yo estaba hablando con mi compañero de cena. (el menú era para compartir y él era mi pareja de chuletón). Lo había dejado con la novia que tenía y estábamos hablando de viajes porque ahora le habían cambiado los planes y a ver qué le recomendaba y un poco de todo. Lo estaba pasando bien, el chico es majo, y como había ruido se acercaba para hablarme al oído. Según estaba hablando, se acerca él, me coge y se pone a bailar conmigo. Yo pensé: vaya, sí que está marcando el territorio. Me hizo gracia, porque no se había acercado a mí en toda la noche, sólo cuando me vio hablar con este otro chico y se lanzó a separarme. Fue algo extraño, pero no le di importancia. Estábamos todos algo borrachos así que no se lo tuve en cuenta, además me gusta bailar con él.

Un rato más tarde fui al baño. Estaba esperando en un pasillito apoyada en la pared en frente de las puertas de los dos baños cuando sale él del de chicos. Le sonrío a modo de saludo. Sin decir nada se acerca, me coge la cara y empieza a besarme. Yo flipando en colores. Nos besamos un rato y me dice que me vaya con él a algún sitio. Le digo que depende de lo que haga el grupo, que ya veremos. Y sale al bar. Yo me quedo a cuadros. La mente en blanco. Salí del baño, me junté al grupo y como si no hubiera pasado nada. Creo que se me da bien disimular.

Se acabó la música, encendieron las luces y nos echaron a la calle. La gente empezó a despedirse. Las chicas me dijeron para llevarme en coche a casa como la otra vez, pero les dije que me quedaba un rato más con los chicos. Cuando ya quedábamos solo tres él también decía de irse a casa y que me acompañaba al metro así que hacia allí fuimos los dos solos.

En cuanto doblamos la esquina se lanzó sobre mi, nos besamos otra vez. Ahora más en serio. Me llevó a su casa y por el camino parábamos cada poco para besarnos y meternos mano. Digamos que pasamos un par de horas interesantes.

Cuando terminamos me vestí y le dije que ya era mayorcita y que no hacía falta que me acompañara, que ya sabia donde quedaba el metro. Nos besamos por ultima vez y me fui.

Esta tarde, ante la falta de noticias suyas le mandé un mensaje bromeando para quitarle importancia al asunto. Me contesta que está un poco avergonzado. "Explícate" le digo. Y me contesta que por "el calentón y la desinhibicion de después".  Le contesto que lo que pasó, pasó, que los dos teníamos ganas y que yo no estaba avergonzada. Si lo tengo delante lo estrangulo. Tuve que pensar el mensaje varias veces para que no se mostrara mi enfado.

Ya estoy entendiendo su doble personalidad. Y no será porque no he tenido señales o no me lo han advertido. Estando sobrio es una persona, bebido es otra. Bebido no tiene inhibiciones y tanto te dice una verdad como te suelta una burrada o se avalanza sobre tí. Sobrio no reconoce ninguna de estas cosas, se avergüenza, si es que se acuerda de algo y actúa como si no hubiera pasado.

Supongo que la próxima vez que nos veamos seremos otra vez dos compañeros de colegio. Y mientras, mi cabeza no deja de dar vueltas y vueltas. ¿Por que narices tiene que aparecer cada cierto tiempo en mi vida para revolverlo todo?.

Bueno, yo me he llevado mi premio, me he acostado con el chico del que llevo enamoriscada desde que tengo uso de razón. La pena es que ha sido cosa de un calentón y él prefiere olvidarlo. Pero por lo menos esto me ha hecho olvidar mi imagen mental de él, me ha permitido conocerlo como persona real, hablar con él como con cualquier otro e incluso haber llegado más lejos como habernos besado y acostado. Algo que mi "yo" de 15 años nunca hubiera soñado.



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