Hola,
Te devuelvo el dinero de tus camisetas. Considéralas
devueltas. No quiero nada tuyo. Son los mismos billetes que me diste.
Sobre la pulsera he tenido muchas dudas. No quiero
que lo tomes como un gesto negativo, que te conozco. Pero después de
todo lo que me has dicho, y de saber lo que realmente piensas de mí,
sería muy hipócrita por mi parte decirte que no quiero nada tuyo y
quedarme con ella. Pensaba guardarla en el fondo de un cajón y
olvidarme. Pero si te la devuelvo me quito la tentación del recuerdo
cuando la encuentre un día haciendo limpieza. Haz lo que quieras con
ella. Agradezco mucho el gesto que tuviste. Me hizo mucha ilusión.
De verdad. Me sentí como un niño con zapatos nuevos. Y aunque no lo
demostrara, por dentro estaba sonriendo como nunca y el corazón me
iba a mil por hora de la emoción. Pero eso ya no importa nada, ¿no?
Sé que con este gesto no hay vuelta atrás, pero
hace tiempo que vamos cuesta abajo y sin frenos. El punto de no
retorno hace tiempo que lo cruzamos.
No quiero que me devuelvas el dinero. Ya no lo
quiero. Sobre todo después de las cosas que me has dicho y de saber
lo que realmente piensas de mí. Considéralo como quieras: un pago
por tus servicios, el arreglo del golpe que te dí en el coche, las
copas y cenas que pagaste y por todas las veces que me llamaste
tacaña y te burlabas de que mi visa estaba nuevecita de no usarla.
Lo que más te guste. Si con ello consigo no tener ningún contacto
más contigo, y no lo quiero, lo doy por bien invertido.
Reconozco que el mensaje del otro día, diciendo la
cantidad que me debes, fue para molestarte y provocarte. Y entraste
al trapo, hasta el fondo. Ha venido bien. Ahora ya sé lo que piensas
de mí y cómo valoras las cosas que he hecho por ti, tanto del
dinero como el resto de cosas, que por lo que veo no has sabido
apreciar, ya que ni siquiera las recuerdas. Aquellas bonitas palabras
de que “esto no lo ha hecho nadie por mí” o “esto no lo
olvidaré nunca” parece que ya han quedado en el olvido.
Creo que no me queda nada mas. Borraré las fotos que
me has mandado y los mails. El resto ya esta borrado. Muy pocas cosas
para un año de relación, ¿no?.
Tranquilo, no volverás a saber de mí. Siempre me
has ignorado y apartado así que no notarás mucho cambio en tu vida.
En nuestra relación siempre has sido tú, con tus problemas, tus
cosas, tus gustos, tus aficiones, tus sitios, tus horarios, lo que tú
querías y cuando tú querías, yo nunca estaba. Has estado viviendo
tu vida normal, excepto que en algunos pequeños momentos me has
invitado a pasar el rato, haciendo una concesión especial y con gran
esfuerzo por tu parte. Pero nunca hemos sido una pareja, nunca hemos
tenido algo nuestro, de los dos.
Esto no es una pataleta. Llevo con dudas casi desde
el principio y las últimas semanas he estado pensando seriamente que
lo nuestro no funcionaba, que realmente queríamos y esperábamos
cosas distintas de la vida y de nuestra relación.
Si tú has pasado alguna noche sin dormir, triste y
pensando que no te quería, yo he pasado una media de dos o tres por
semana, casi desde el principio. Cada vez que hemos tenido algún
problema (casi todas las semanas, por cierto) yo he pasado dos o tres
días sin dormir y pensando si significo algo para ti, si realmente
me querías o sólo querías quererme para demostrarte a ti mismo y
al mundo que has superado lo de tu ex y que vuelves a ser una persona
normal. Y lo malo de todo es que cuando volvíamos a vernos después
de una de esas peleas, yo estaba hecha polvo por lo que había pasado
y tu estabas como si nada, o hecho polvo también, pero por cualquier
otra cosa: el dinero, tu ex, problemas en el trabajo. Entre nosotros,
como si no hubiera pasado nada. Parece como si ni una sola vez
hubieras tomado en serio nuestras disputas.
He tomado más pastillas para dormir que en toda mi
vida. He pasado horas y días llorando como nunca las había pasado.
Y me he sentido más sola y abandonada que aquellos años en los que
me encerré en casa y no quería ver a nadie. Y todo eso teniendo
supuestamente un novio que me quería.
Tu último berrinche infantil me ha dado la escusa
perfecta. Esperaba haber tenido una última conversación tranquila,
para entender y explicar algunas cosas. Pero bueno, un buen enfado es
una manera como otra cualquiera de terminar algo. Aunque después de
un enfado solo queden en el aire las palabras negativas y los
reproches dichos en los momentos de tensión. Quizá sea mejor así.
Así no hay tentación de volver. Ya se acabó.
Sé feliz, encuentra a tu cajera de supermercado, que
seguro que se conforma con menos que yo, o con cosas distintas, y
sabrá apreciar tus abdominales mejor que yo, y podrás lucirla sin
vergüenza delante la gente sin que se sorprendan de que estéis
juntos. Seguro que será guapísima, te dará muchos besos y abrazos,
y haréis una bonita pareja. Y con un poco de suerte quizá te de ese
hijo rubito que tanto quieres. Candidatas no creo que te falten.
Yo estaré bien. No tengo miedo a estar sola, siempre
lo he estado. Mi miedo es que me aparten y me ignoren y me dejen de
lado, que las personas que aprecio y me dicen que les importo no
cumplan sus compromisos conmigo y me ninguneen. Así que sin ti
seguro que voy a estar mejor. Mejor sola que mal acompañada, es lo
que siempre me he dicho.
Nunca había querido a nadie. Me has enseñado que sí
que puedo querer, cosa que dudaba de mí misma. Pero también he
aprendido que seguramente no vuelva a probarlo más.
Es muy duro que te partan el corazón. Que la persona
que quieres y a la que te estás abriendo, no confíe en ti y que no
te conozca para nada, que ni siquiera lo intente. Y que te diga que
si no eres feliz que te busques la felicidad en otra parte, porque
ella sí que es feliz como está. Y que se comporte de forma infantil
cuando hay un problema, que desaparezca y vuelva dos días más tarde
comportándose como si no hubiera pasado nada.
Las cosas pasan y no siempre se pueden ignorar, las
cosas pasan y tienen consecuencias.
Gracias por la experiencia, pero no, gracias.
Llevo tres días escribiendo esto, desde el viernes a
la noche. Así que no pienses que son palabras fruto del calor del
momento. Las he leído, releído, reescrito, añadido y borrado
muchas cosas. He gastado una caja de klinex. Cada vez que lo he
releído y escrito dos frases más, se me empañaban los ojos y se me
caían las lágrimas por las mejillas. Me gustaría que no las
tomaras a la ligera. Pero bueno, supongo que da igual. Si no voy a
volver a tener contacto contigo, me da igual lo que saques de esto,
lo que pienses, o si directamente vas coger este papel, a pensar que
lo que digo son todo tonterías y chorradas, y lo vas a tirar
directamente a la basura. No me gustaría, pero ya no me importa.
Lo que empezó como una nota para devolverte tus
cosas se ha transformado en una carta de despedida en toda regla.
Ahora solo quiero recuperar mi vida. Volver a
dedicarme a mí, a hacer cosas que me den felicidad y alegría. Tengo
ganas de reírme con un buen chiste hasta que se me salten las
lágrimas, de tomarme unas copas y bailar como una loca hasta perder
el aliento, de conocer sitios nuevos y gente nueva. De hacer las
cosas que no he podido hacer contigo, aunque me habría gustado
mucho, el haberlas compartido y hacerlas juntos. Y tratar de olvidar
este último año. He ganado en experiencia, mucho, cosas buenas y
cosas malas, pero he perdido en felicidad.
Ojalá tú encuentres lo que buscas. Pero no me lo
cuentes, no quiero saberlo. Cuida de Nay y de tu padre. Ambos dos son
excepcionales. Ha sido un placer haberlos conocido.
Supongo que con el tiempo acabaré recordando solo
las cosas buenas que vivimos y toda la pena y tristeza desaparezca.
El cerebro humano funciona así. Confío en él.
PD: Es bonito que tus últimas palabras hacia mí
hayan sido “Cállate ya”. Las voy a guardar en mi corazón para
siempre.
No hay comentarios:
Publicar un comentario