sábado, 1 de junio de 2019

Despedida



Hola,


Te devuelvo el dinero de tus camisetas. Considéralas devueltas. No quiero nada tuyo. Son los mismos billetes que me diste.


Sobre la pulsera he tenido muchas dudas. No quiero que lo tomes como un gesto negativo, que te conozco. Pero después de todo lo que me has dicho, y de saber lo que realmente piensas de mí, sería muy hipócrita por mi parte decirte que no quiero nada tuyo y quedarme con ella. Pensaba guardarla en el fondo de un cajón y olvidarme. Pero si te la devuelvo me quito la tentación del recuerdo cuando la encuentre un día haciendo limpieza. Haz lo que quieras con ella. Agradezco mucho el gesto que tuviste. Me hizo mucha ilusión. De verdad. Me sentí como un niño con zapatos nuevos. Y aunque no lo demostrara, por dentro estaba sonriendo como nunca y el corazón me iba a mil por hora de la emoción. Pero eso ya no importa nada, ¿no?
Sé que con este gesto no hay vuelta atrás, pero hace tiempo que vamos cuesta abajo y sin frenos. El punto de no retorno hace tiempo que lo cruzamos.


No quiero que me devuelvas el dinero. Ya no lo quiero. Sobre todo después de las cosas que me has dicho y de saber lo que realmente piensas de mí. Considéralo como quieras: un pago por tus servicios, el arreglo del golpe que te dí en el coche, las copas y cenas que pagaste y por todas las veces que me llamaste tacaña y te burlabas de que mi visa estaba nuevecita de no usarla. Lo que más te guste. Si con ello consigo no tener ningún contacto más contigo, y no lo quiero, lo doy por bien invertido.
Reconozco que el mensaje del otro día, diciendo la cantidad que me debes, fue para molestarte y provocarte. Y entraste al trapo, hasta el fondo. Ha venido bien. Ahora ya sé lo que piensas de mí y cómo valoras las cosas que he hecho por ti, tanto del dinero como el resto de cosas, que por lo que veo no has sabido apreciar, ya que ni siquiera las recuerdas. Aquellas bonitas palabras de que “esto no lo ha hecho nadie por mí” o “esto no lo olvidaré nunca” parece que ya han quedado en el olvido.


Creo que no me queda nada mas. Borraré las fotos que me has mandado y los mails. El resto ya esta borrado. Muy pocas cosas para un año de relación, ¿no?.



Tranquilo, no volverás a saber de mí. Siempre me has ignorado y apartado así que no notarás mucho cambio en tu vida. En nuestra relación siempre has sido tú, con tus problemas, tus cosas, tus gustos, tus aficiones, tus sitios, tus horarios, lo que tú querías y cuando tú querías, yo nunca estaba. Has estado viviendo tu vida normal, excepto que en algunos pequeños momentos me has invitado a pasar el rato, haciendo una concesión especial y con gran esfuerzo por tu parte. Pero nunca hemos sido una pareja, nunca hemos tenido algo nuestro, de los dos.



Esto no es una pataleta. Llevo con dudas casi desde el principio y las últimas semanas he estado pensando seriamente que lo nuestro no funcionaba, que realmente queríamos y esperábamos cosas distintas de la vida y de nuestra relación.
Si tú has pasado alguna noche sin dormir, triste y pensando que no te quería, yo he pasado una media de dos o tres por semana, casi desde el principio. Cada vez que hemos tenido algún problema (casi todas las semanas, por cierto) yo he pasado dos o tres días sin dormir y pensando si significo algo para ti, si realmente me querías o sólo querías quererme para demostrarte a ti mismo y al mundo que has superado lo de tu ex y que vuelves a ser una persona normal. Y lo malo de todo es que cuando volvíamos a vernos después de una de esas peleas, yo estaba hecha polvo por lo que había pasado y tu estabas como si nada, o hecho polvo también, pero por cualquier otra cosa: el dinero, tu ex, problemas en el trabajo. Entre nosotros, como si no hubiera pasado nada. Parece como si ni una sola vez hubieras tomado en serio nuestras disputas.
He tomado más pastillas para dormir que en toda mi vida. He pasado horas y días llorando como nunca las había pasado. Y me he sentido más sola y abandonada que aquellos años en los que me encerré en casa y no quería ver a nadie. Y todo eso teniendo supuestamente un novio que me quería.



Tu último berrinche infantil me ha dado la escusa perfecta. Esperaba haber tenido una última conversación tranquila, para entender y explicar algunas cosas. Pero bueno, un buen enfado es una manera como otra cualquiera de terminar algo. Aunque después de un enfado solo queden en el aire las palabras negativas y los reproches dichos en los momentos de tensión. Quizá sea mejor así. Así no hay tentación de volver. Ya se acabó.



Sé feliz, encuentra a tu cajera de supermercado, que seguro que se conforma con menos que yo, o con cosas distintas, y sabrá apreciar tus abdominales mejor que yo, y podrás lucirla sin vergüenza delante la gente sin que se sorprendan de que estéis juntos. Seguro que será guapísima, te dará muchos besos y abrazos, y haréis una bonita pareja. Y con un poco de suerte quizá te de ese hijo rubito que tanto quieres. Candidatas no creo que te falten.



Yo estaré bien. No tengo miedo a estar sola, siempre lo he estado. Mi miedo es que me aparten y me ignoren y me dejen de lado, que las personas que aprecio y me dicen que les importo no cumplan sus compromisos conmigo y me ninguneen. Así que sin ti seguro que voy a estar mejor. Mejor sola que mal acompañada, es lo que siempre me he dicho.



Nunca había querido a nadie. Me has enseñado que sí que puedo querer, cosa que dudaba de mí misma. Pero también he aprendido que seguramente no vuelva a probarlo más.
Es muy duro que te partan el corazón. Que la persona que quieres y a la que te estás abriendo, no confíe en ti y que no te conozca para nada, que ni siquiera lo intente. Y que te diga que si no eres feliz que te busques la felicidad en otra parte, porque ella sí que es feliz como está. Y que se comporte de forma infantil cuando hay un problema, que desaparezca y vuelva dos días más tarde comportándose como si no hubiera pasado nada.
Las cosas pasan y no siempre se pueden ignorar, las cosas pasan y tienen consecuencias.



Gracias por la experiencia, pero no, gracias.


Llevo tres días escribiendo esto, desde el viernes a la noche. Así que no pienses que son palabras fruto del calor del momento. Las he leído, releído, reescrito, añadido y borrado muchas cosas. He gastado una caja de klinex. Cada vez que lo he releído y escrito dos frases más, se me empañaban los ojos y se me caían las lágrimas por las mejillas. Me gustaría que no las tomaras a la ligera. Pero bueno, supongo que da igual. Si no voy a volver a tener contacto contigo, me da igual lo que saques de esto, lo que pienses, o si directamente vas coger este papel, a pensar que lo que digo son todo tonterías y chorradas, y lo vas a tirar directamente a la basura. No me gustaría, pero ya no me importa.
Lo que empezó como una nota para devolverte tus cosas se ha transformado en una carta de despedida en toda regla.


Ahora solo quiero recuperar mi vida. Volver a dedicarme a mí, a hacer cosas que me den felicidad y alegría. Tengo ganas de reírme con un buen chiste hasta que se me salten las lágrimas, de tomarme unas copas y bailar como una loca hasta perder el aliento, de conocer sitios nuevos y gente nueva. De hacer las cosas que no he podido hacer contigo, aunque me habría gustado mucho, el haberlas compartido y hacerlas juntos. Y tratar de olvidar este último año. He ganado en experiencia, mucho, cosas buenas y cosas malas, pero he perdido en felicidad.


Ojalá tú encuentres lo que buscas. Pero no me lo cuentes, no quiero saberlo. Cuida de Nay y de tu padre. Ambos dos son excepcionales. Ha sido un placer haberlos conocido.


Supongo que con el tiempo acabaré recordando solo las cosas buenas que vivimos y toda la pena y tristeza desaparezca. El cerebro humano funciona así. Confío en él.




PD: Es bonito que tus últimas palabras hacia mí hayan sido “Cállate ya”. Las voy a guardar en mi corazón para siempre.


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