sábado, 2 de mayo de 2015

Tal día como hoy hace un año...

Tal día como hoy, hace un año, estaba a punto de encontrarme con un chico delante de la catedral de Notre Dame de París.

Pues sí, es otra de esas historias que no le he contado a nadie (a nadie, nadie, es primicia mundial). Hoy me he puesto nostálgica y me ha dado por recordar.

El chico en cuestión se llamaba Remy y lo había conocido dos días antes.


El año pasado me fui en el puente de mayo a París. Nunca había estado en Francia y como Londres y Roma ya me son relativamente conocidos, me dio por ampliar mis horizontes. El primer día, después de toda la tarde paseando por los Campos Elíseos y el Sena, llegué a la Ile de la Cite. Estaba atardeciendo y todo tenía un tono rosado. Ya no había aglomeraciones de turistas porque habían pasado las horas de visitas. Mientras contemplaba la fachada, en medio de la plaza, se me acerca un chico para que le saque una foto con la catedral. Después de la foto, se para a hablar conmigo. Me dice que acaba de llegar, que va a pasear por alrededor de la catedral y si le acompaño porque no le apetece estar solo. Me habla en inglés (yo no tengo ni idea de francés) y casi todo lo dice él. Pero acepto dar un paseo con él por los alrededores de la catedral, por los puentes, por los muelles a ras del río. No para de hablar. Ha venido por trabajo porque es ayudante de un chef famoso y están en unas conferencias o presentaciones sobre no sé qué queso francés que se celebraban cerca del aeropuerto (hasta me enseñó el folleto). Pero como estaba en París dijo que no podía perderse la ciudad y que tenía que ir a visitarla después de las charlas. La verdad es que me sonó tan surealista que me lo creí todo. Yo le dije que estaba de vacaciones, que necesitaba desconectar del trabajo y que venía a pasear por las calles y a perderme. Creo que le gustó la idea. En seguida me caló y me dijo que no me debía agobiar por el trabajo y que me merecía las vacaciones y que hacía muy bien.

Se llamaba Remy y vivía en Mónaco. Su familia tenía una empresa de ferrys y barcos y por lo que parece no le faltaba el dinero. Vivía solo en una casa a pie de playa y le gustaba tocar el saxofón en la playa, donde a veces los vecinos se le quejaban por el ruido.

Nos sacamos una foto juntos, me da dos besos, se empieza a poner cariñoso, yo me dejo, y acabamos besándonos a los pies de la catedral, con el río Sena de fondo. Todo precioso.

Luego trata de convercerme para ir con él esta noche a una cena en el restaurante de un amigo. Se celebraba un homenaje a Edith Piaf, e iba a haber una especia de concierto con algunas de sus canciones. En principio iba a ir con su jefe, pero éste le había dado plantón porque se encontraba mal y estaba solo. Yo estaba flipada, por no decir otra cosa. Le decía que no tenía ropa para ir de cena elegante, que soy una chica de vaqueros y playeras, que no le conocía de nada, que qué diría su amigo que le estaba esperando, pero no le importaba nada. Me insistió tanto que al final no pude resistirme. Además llamó a su amigo para decirle que iba acompañado y que prepara algo especial.

Fuimos a mi hotel para cambiarme, pero antes ambos nos pusimos más cómodos e intimamos más. Ya sabéis, una cosa llevó a la otra... Pero bueno, no llegamos al final. Yo le dije que no, y él me dijo que tampoco lo esperaba.

Cuando cobramos conciencia nuevamente, consulta su móvil y me da una mala noticia. Su jefe se había recuperado y había decidido ir a la cena, con lo que estaba esperándolo en el restaurante. Así que anulamos los planes. Antes de marcharse me pide el teléfono, me pregunta que cuánto tiempo me quedaba en París y que si me apetecía verle otra vez. Le dije que encantada y nos despedimos. Y me quedé como una tonta mirando por la ventana de la buhardilla de mi habitación a los tejados de París. (por cierto le encantó que mi habitación fuera una buhardilla)



Dos días más tarde, hace exactamente un año, me llama al mediodía para encontrarnos otra vez delante de la catedral por la tarde. Así que hace un año exactamente, ahí estaba yo en París, esperando a un chico de Mónaco que me hablaba en inglés y me decía que yo era su Esmeralda.

Nos encontramos y fuimos a mi hotel. Había comprado algo de comida para hacer un picnic especial. Pero nada más llegar no pudimos evitar besarnos, abrazarnos, la temperatura subió varios grados y, bueno, no vamos a dar más detalles.

Y celebramos el picnic. Había comprado varios quesos franceses y me estuvo haciendo como una pequeña cata. Trajo también un pan delicioso y una mantequilla con aroma de mandarina... y estuvimos hablando. Era muy agradable y muy cariñoso. Me decía que yo le gustaba en parte porque era totalmente diferente a las chicas que frecuentaba. Normalmente eran todas muy guapas, pero muy maquilladas y arregladas, se movía en un mundillo de dinero y apariencias. Pero yo era totalmente natural, no iba maquillada ni arreglada, mi ropa era normalita y eso le gustaba, no había nada artificial. Me contó cómo le había ido en las conferencias, que su jefe era un poco tirano y que estaba aprendiendo y estudiando para ser chef y abrir su propio restaurante. Yo le conté que había estado en la catedral, que tenía que visitarla, y también me había acercado a la Torre Eiffel. Y que quería visitar las catacumbas (ahí fue cuando me miró un poco raro).

Llegó a comentar que teníamos que vernos en verano, que tenía vacaciones en junio y que podía venir a visitarme o yo ir a verle al él a Mónaco. Al final me escribió su correo electrónico en un papel y unas pocas palabras dedicadas.


Y nos despedimos.

Un par de días más tarde, cuando ya estaba en mi casa recordando el viaje, me propuse escribirle. Pero fue imposible. No fui capaz de descifrar su letra. Todos los intentos de escribir un correo me decían que la dirección no existía. E hice muchas pruebas y combinaciones. También envié algún mensaje al teléfono desde el que me llamó. Pero no estaba segura de los prefijos que había que poner, si el de Francia, el de Mónaco, o si el teléfono sólo era de trabajo. Así que unas semanas después me dí por vencida.

No sé si hubo alguna posibilidad real, o si todo fue para camelarme esos dos días. La verdad es que fue una experiencia que no olvidaré. París, Notre Dame y l'amour.

Un beso, Remy, donde quiera que estés.

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